domingo, 27 de marzo de 2011

Mi primer desafío

Mis comienzos. Era pleno noviembre y hacía dos meses que había entrado al canal.
En plena redacción, mientras cocinábamos la agenda repleta de cosillas locales, levantamos la cabeza y en la tele vimos, a la vez, ese título que nunca voy a olvidar: "Trasladan a Sandro a Mendoza".
Mientras se me cruzaba por la cabeza cómo haría yo esa cobertura que, convencido estaba, jamás iba a tocarme (por novato), llega mi jefe y me dice: Lucas, está llegando Sandro. Sí, lo estoy viendo, como vos.
Volemos al aeropuerto, me dice.
20 de Noviembre de 2009. No lo noté muy convencido. Es que no había muchas más alternativas, aunque sí las había.
Improvisamos una cobertura para estar a la altura de las circunstancias. Claro, Mendoza, Argentina y Sudamérica apuntaban sus ojos hacia el modesto aeropuerto Francisco Gabrielli que esa mañana se lleno de cámaras (y morbo), más que nunca.
Hasta que a media mañana llegó el Gitano rodeado de médicos, cables y aparatos. No era casualidad que la nave que lo transportó se llamara LJ no se cuánto. Nunca nadie pudo inmortalizar ese momento. Dicen que pesaba 40 kilos y que estaba demacrado, dicen.
Inmediatamente, lo subieron a la ambulancia y allí sucedió la postal imborrable. La camioneta del Hospital Italiano llevando (como carga) la esperanza de miles de fanáticos que seguían el minuto a minuto del suceso.
Partió la caravana. A mil por el Acceso Norte. custodiada por decenas de policías motorizados que, a su paso, inmovilizaban el tránsito.  Destino: Hospital Italiano.
Entretanto, nosotros seguíamos haciendo vivos y estirando como podíamos, hasta tanto llegue el otro avión con los órganos que le iban a trasplantar (pulmones y corazón). Ex propiedad de un joven de 22 años de quien tampoco se supo nunca la identidad. El aterrizaje de la segunda aeronave ocurrió media hora después, a lo sumo.
En el piso estaba esa generosa compañera que es Daniela Galván.
Otro de nuestros equipos periodísticos encabezado por Laura Rez Masud estaba en la puerta del nosocomio, aguardando por el ingreso de la caravana que era noticia mundial. Los profesionales, aseguran, son los mejores de nuestro país y era la última chance que le daba la vida a la salud de ese hombre que vivió bien vivido.
A Sandro lo operaron ese mismo día. 5 horas de intervención. Todo parecía viento en popa. En la primera conferencia el equipo dijo que hay que esperar 48 horas, que nada estaba asegurado.
Pasaron. Y pasaron 45 días más, hasta que no pudo más. 45 días en los que este humilde servidor estaba desde la mañana hasta el mediodía en la puerta el hospital de Guaymallén para contarle a la provincia, en directo, las novedades de la salud del Gitano. Que si comió lasagna o ravioles. Que se peinaba, que escribía en un diario íntimo. En fin, todo eso que nunca nadie sabrá si fue o no cierto.
El murió. Y honestamente, su música nunca me movilizó. Pero su desgracia fue para mí un inmenso aprendizaje. Así como también lo fue para todos los que vivimos de la noticia.
Todo el recuerdo a Sandro de América, en esta imagen.

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