jueves, 7 de junio de 2012

Esos bichos raros llamados periodistas, enfermos de periodismo

Norma se levanta y enciende su TV como todas las mañana. Ese aparatejo que, quizás, sea su única compañía. Por despecho, por haber enviudado, porque su marido labura como perro o simplemente por elección. La cosa es que la caja boba hace bulla mientras ella se aboca a las cosas de la casa. Prende la tele, como bien podría hojear el diario o encender la radio. Detrás de cada parlante, tubo (o LCD en el mejor de los casos) o celulosa hecha noticia, hay un mar de trabajadores de características muy particulares. 
Captación y tratamiento, escrito, oral, visual o gráfico, de la información en cualquiera de sus formas y variedades. Eso versa la RAE a la hora de definir el término "periodismo", pero qué pasa en el campo de acción, con esto de "retratar la realidad"? Hay gente pobre que se esperanza con que el gobierno pueda cambiar su realidad de vida, mientras ponen mucho de sus lomos; y están los otros, que hacen la plancha viendo cómo el mundo da vueltas mientras se conforman con algunos pocos pesos para subsistir. Ese dinerillo que les vomita mensual y sistemáticamente el cajero automático gracias a alguno de los llamados "beneficios sociales", pero, aclaro, de brazitos cruzados. 
Lo mismo pasa con quienes debemos retratar la realidad, que no estamos de ESTE lado, como algunos entienden, estamos todos del MISMO lado. Ese lado que está conformado por periodistas (pero ante todo humanos) que sueñan una sociedad mejor y más justa. Pavada de objetivo!...pero qué bueno morir en el intento, sin jactarse de un carajo, sin vanidades, pedanterías, ni estrellatos. 
              Como periodistas, al menos yo, asumo que lo único que nos diferencia de las personas que no lo son, es que (por ejemplo) tenemos facilidades para llegar a funcionarios y/o autoridades. Es que es uno de los pocos canales para que sus discursos lleguen a la gente. Pero la mayoría de las veces el camino es al revés: el pueblo aturde a los poderosos. A veces, somos amplificadores de portadores de voces que nunca se oyen, o de los que los sacan de una patada en el ojete cuando van a la Municipalidad de X departamento a solicitar que les limpien las hojas de las acequias porque la mugre las rebalsa, por poner un ejemplo. ¿Uno más claro? Ante las cámaras de Televisión las garrafas valen 16 pesos, como se ha acordado con el Gobierno. Cuando las cámaras se van, llega la hiperinflación súbitamente. Entonces pienso, el periodismo es realidad o un recorte de ella? 
              De igual modo, los periodistas somos tan vulnerables como cualquier mortal. O más. Los medios son empresas que viven del rating. Cuando los números no cierran, pasaremos las mañanas mirando tele con Norma y leyéndole los títulos de nuestros ex colegas, mientras soñamos con volver a trabajar. 
             El periodismo no es más que una mixtura infinita de factores: de conocimiento, de carisma, de talento y de un no se qué extra que hace que algunos lleguen más alto que otros. De eso no me quejo. Es que, paradojicamente, mientras más alto estás, menos contacto tenés con la realidad. 
             En resumidas cuentas, cada día me doy más cuenta de la razón que tenían mis viejos cuando me anticipaban que con esta profesión no me iba a llenar de plata, ni menos. Pero la pelearemos hasta donde se pueda. Mientras, en la plebe de la prensa, nos regocijamos con felicitaciones entre unos y otros, y con pasar un buen momento en cada guardia. Otros, a quienes evitaré calificar, marginan principios y hasta su dignidad para asomar cabeza sobre el resto de los compañeros. 
            Entretanto, avísenle a Norma que el noticiero terminó y que sólo le ha quedado la compañía efímera del ruido. Quizás su objetivo se cumplió. El domingo, su marido le llamará a comer un asado (si anda de suerte) cuyo fuego prendió con los papeles de los diarios.
            Feliz día mis compañeros. Gracias por tanto y perdón por tan poco...