sábado, 11 de junio de 2011

Del dicho al hecho

Desde el enojo, el dolor o la calentura uno hace y dice cosas inentendibles. Y no me refiero a escribir esos madrugadores SMS que uno teclea en estados etílicos importantes. Sino, algo mucho más sencillo. Calentura pura y dura, en estado natural. Se entiende?
Después de largas noches de locura y desenfreno la vida te empieza a abrumar. Claro, despertarte a las 4 de la tarde y dar cuenta de que perdiste medio día enroscado entre las sábanas, resacado, no es nada confortable.
El tema es que no tenías razones contundentes como para decirle adiós a la vida bajo el toldo. Y ahí, en los albores de la despedida, levantás la vista y justo venís a fijarte en ella. Esa mujer que, después de algún que otro titubeo, retribuye el gesto. Y click!. Todo cambia (o al menos eso creés)
Llegan los fines de semana, otra vez, pero la gana de "descocerla" ya no te vienen. Sentís que nada más te importa que ahondar en la otra persona. Conocerla, verla...quererla, si todo sale bien.
Pasa que en el medio del camino, comienzan a aparecer cosas que no te cierran por ningún lado y ahí se abren la puerta los interrogantes.
Es Evidente que todos tenemos nuestros pasados, pero en algunos casos repercuten más que otros. Y ese mismo pasado es el que permanente vuelve y hasta se toma la atribución de sentarse entre vos y ella. Y perturba, jode. Y el fin, ya eso que parecía un goce infinito se esfume y le cambia el lugar a esa bruma nocturna que pensabas ya no era parte de vos. Allí tu vida vuelve a virar.
A las palabras y a los sentires se los lleva el viento, o el tiempo, o terceros, o quien sea. Pero se va y nos demuestra que, de repente, otra vez estamos últimos en la cola.